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El derecho a la salud en Am�rica Latina: un an�lisis del papel de la ciencia y del derecho en tiempos de pandemia
The right to health in Latin America: an analysis of the role of science and law in times of pandemic
O direito � sa�de na Am�rica Latina: uma an�lise do papel da ci�ncia e do direito em tempos de pandemia
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Correspondencia: santiagovallejo@gmail.com
Ciencias de la Salud.
Art�culo de Investigaci�n.
* Recibido: 23 de enero de 2023 *Aceptado: 20 de febrero de 2023 * Publicado: 20 �de marzo de 2023
I. Abogado de los Tribunales y Juzgados de la Rep�blica Magister en Derecho, Ecuador.
Palabras clave:
Summary
Keywords:
Resumo
Palavras-chave:
Introducci�n
En Am�rica Latina el modelo del Estado derivado de los procesos independentistas no consideraba como su obligaci�n la provisi�n de bienes y servicios a la poblaci�n. Pero la evoluci�n de las democracias ha sometido a este paradigma estatal en las �ltimas d�cadas a un debate que ha permitido, fundamentalmente, dos cosas: la primera es realizar un cuestionamiento serio y sistem�tico de su funci�n; la segunda, y solo en alguna medida, es la de establecer como su obligaci�n el gestionar la provisi�n de determinados bienes y servicios para los ciudadanos, entre ellos el de la atenci�n de salud p�blica, gratuita, universal y de calidad para todos los individuos. Un derecho seg�n la teor�a de los derechos humanos.
En este preciso momento una pandemia, antiguamente llamada peste, se ha ense�oreado de una actualidad multit�cnica y, se supone, suficientemente cient�fica como para afrontar con solvencia y prontitud una urgencia sanitaria de escala planetaria. Pero pese a que todos confiaban en que la ciencia m�dica solucionase en un espacio de tiempo corto la situaci�n, no ha sido as�. Los cient�ficos no han podido dar con las respuestas que permitir�an combatir y erradicar el virus mediante una vacuna al alcance de todos.
El derecho, por su parte, cuenta con un protagonismo en todas las crisis, ya que su funci�n es la de regular las relaciones entre los ciudadanos y entre estos, y las organizaciones, sean de �mbito p�blico o privado. En este caso su concurso se realiza en dos �mbitos: en la protecci�n de datos personales y en la posibilidad de reclamaci�n de derecho a la salud. El derecho a la salud est� garantizado en todas las normas supremas de los pa�ses democr�ticos, pero su realizaci�n es irregular en muchos de ellos, especialmente en Am�rica Latina. Este texto hace un an�lisis sucinto de esta situaci�n desde un enfoque epistemol�gico de la cuesti�n.
Las crisis sanitarias (o pestes) que trascendieron en la historia antes del coronavirus
Desde principios de a�o una situaci�n in�dita ha puesto en emergencia sanitaria a todo el planeta, pero solo es nueva para la actualidad, ya que la historia recoge un n�mero elevado de pandemias que a lo largo de los siglos, e incluso milenios, han mermado notablemente la cantidad de habitantes de amplias zonas del planeta, puesto que, como afirma Huguet Pan�, la enfermedad es parte inexorable de la historia de la humanidad, connatural al ser humano: �A medida que la poblaci�n mundial fue creciendo, cuando una enfermedad se extend�a y afectaba a varias regiones del planeta, convirti�ndose en una amenaza para la poblaci�n, se empezaron a documentar las primeras pandemias�1. Entre estas se puede mencionar a la conocida como peste de Justiniano, que en el siglo VI (el principio de la Edad Media) acab� con el cuarenta por ciento de los habitantes de Constantinopla (la capital del Imperio bizantino) y con un porcentaje alto del resto de la poblaci�n mundial.
Otra epidemia destacable por sus consecuencias es la peste negra, o peste bub�nica, de la que a�n hay brotes en la actualidad, y de la que se vivi� el peor episodio entre 1346 y 1353 (la frontera entre la Edad Media y la Modernidad). Pero, y pese a ser entonces ya una vieja conocida, de este virus se ignoraban por completo sus causas y, por consiguiente, el posible tratamiento. �Solo cinco siglos m�s tarde se descubri� su origen animal, concretamente en las ratas, que durante la Edad Media conviv�an en las grandes ciudades con las personas e incluso se desplazaban en los mismos transportes �barcos, por ejemplo- hacia ciudades lejanas, portando el virus consigo�2.
La letalidad de esa pandemia es la m�s alta de todas las pestes de las que se ha tenido noticia. Seg�n datos de historiadores estudiosos la �poca, en la zona que hoy es Espa�a y Portugal (la pen�nsula Ib�rica) muri� entre el 60 al 65% de la poblaci�n, igual que en la Toscana (Italia). Se calcula que en toda Europa se perdieron cerca de 80 millones de vidas humanas. Esta peste caus� pandemias sucesivas a lo largo de varios milenios, incluso se sospecha que es de mucha antig�edad, ya que �en el libro de Samuel hay descripciones que pudieran corresponder a esta patolog�a, y existen antiguas referencias de Tuc�dides, Hip�crates y de Cipriano (siglo III d.C.)�3. De lo que podemos colegir que la peste negra es antigua y resistente.
Adem�s, muchos consideran que estas, junto a las enfermedades ahora curables y tratables, fueron durante siglos herramientas naturales de control demogr�fico.
La dimensi�n demogr�fica siempre ha estado y estar� muy presente en todas las epidemias y pandemias, no s�lo porque, por definici�n, la enfermedad en esos eventos afecta a la poblaci�n, sino sobre todo porque han sido un factor determinante de la din�mica demogr�fica a lo largo de la historia de la humanidad, impactando no solo la mortalidad sino tambi�n los otros dos componentes del cambio demogr�fico (la fecundidad y la movilidad territorial de la poblaci�n)4.
Es indudable que estos episodios conllevan cambios, por lo menos temporales, en las formas de vida de la gente que las padece, al ser episodios profundamente traum�ticos. Pero eran aquellos tiempos otros, unos donde la t�cnica y la ciencia no parec�an ni sue�os en el horizonte de los individuos m�s visionarios de las sociedades, estos, en cambio, son distintos en ese sentido.
La investigaci�n cient�fica, el conocimiento y el derecho a la salud en los tiempos del coronavirus
Apenas dos meses del 2020 hab�an transcurrido cuando los medios globales de informaci�n empezaron a informar de un extra�o virus, no muy diferente, al parecer, de uno que ya causara causado ciertos estragos, la gripe aviar. Pero el virus de la gripe aviar no se trasmit�a como este, por el contacto con superficies previamente tocadas por personas infectadas o, incluso, por el aire. Seg�n la Organizaci�n Mundial de la Salud: �La enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a trav�s de las got�culas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar�5. Una persona puede contraer este virus si inhala las got�culas que ha expelido una persona infectada.
Esta facilidad de contagio es lo que convirti� al Covid-19 r�pidamente en una pandemia,��� de��� hecho,��� un��� estudio��� de��� la��� revista� ��cient�fica Physics���� of Fluids (estadounidense), que tiene como objetivo profundizar en la comprensi�n �de c�mo viajan y se transmiten por el aire las part�culas del virus causante de la COVID- 19 cuando la gente tose, constata que con una ligera brisa de 4 km/h, la saliva viaja casi 5,5 metros en 5 segundos y que las gotitas expulsadas en un estornudo pueden infectar a adultos y a ni�os�6. La forma de contagio es, pues, invisible y veloz.
Que el coronavirus representa un desaf�o para la ciencia es algo que se not� desde los primeros d�as en los que Europa se debat�a entre el horror de los cientos y miles de muertos y la perplejidad del acontecimiento in�dito. La comunidad cient�fica respondi� al aparecimiento de este virus con la misma sorpresa que el resto de la poblaci�n, pues, como sostienen algunos autores, el �insuficiente conocimiento cient�fico sobre el nuevo coronavirus, su alta velocidad de propagaci�n y capacidad de provocar muertes en poblaciones vulnerables generan incertidumbres sobre cu�les ser�an las mejores estrategias que se deben utilizar para combatir la epidemia en las diferentes partes del mundo�7.
El personal m�dico de los hospitales de todos los pa�ses se dedic� a controlar los s�ntomas de los pacientes y a probar medicamentos, adem�s de a recomendar a la poblaci�n que no hicieran caso omiso de las imposiciones de los gobiernos sobre el distanciamiento social y las m�ltiples restricciones que cada pa�s decret� como medidas para paliar las consecuencias de una crisis sanitaria in�dita y temible, cuyas consecuencias en p�rdidas materiales y humanas son, ciertamente impredecibles.
La ciencia, la m�dica en particular, cumpliendo el papel que le ha asignado la sociedad y su larga tradici�n de aportes a la mejora de la salud de los individuos, se ha manifestado en dos direcciones, la primera ha sido de informar, intentar de alguna manera contener ese diluvio de informaciones falsas que empezaron a circular respecto al virus, a su origen, a sus consecuencias, y, a�n a d�a de hoy, a su propia existencia. La otra es una muy se�alada carrera por dar con una vacuna que permita inmunizar contra el virus. Es as� que a esta tarea se sumaron tanto pa�ses (con sus universidades) como multinacionales farmac�uticas, ya que en cuanto el virus se propag� por el planeta, tambi�n empezaron los estudios, las pruebas y los ensayos para dar con la vacuna.
Esta situaci�n mantiene en vilo a la poblaci�n, especialmente porque todo el mundo esperaba que se solventase en unas pocas semanas, dos o tres meses m�xime. La confianza en la ciencia llev� a la gente a confiar en que pronto habr�a una vacuna que le pondr�a fin a la emergencia. Pero, cabr�a en este punto preguntarse: �c�mo llega el individuo a este nivel de confianza en la ciencia m�dica? Porque, como sostiene Chalmers: �El conocimiento cient�fico es conocimiento probado. Las teor�as cient�ficas se derivan, de alg�n modo riguroso, de los hechos de la experiencia adquiridos mediante la observaci�n y la experimentaci�n�8. Este tipo de saber en particular ha tardado siglos y hasta milenos en consolidarse como tal, se basa en lo que se puede ver, probar y comprobar, es un �mbito donde las opiniones y creencias personales no tienen cabida, o no deber�an tenerla. El autor sostiene, adem�s, que en la �poca moderna es una opini�n muy extendida que la ciencia trabaja con conocimiento que ha sido probado. Este sentir generalizado es producto de la revoluci�n cient�fica ocurrida �fundamentalmente en el siglo XVII y que fue llevada a cabo por pioneros tan grandes como Galileo y Newton�9. Seg�n Comesa�a: �El principal objetivo de la ciencia es la comprensi�n del mundo, que se obtiene mediante explicaciones basadas en leyes�10. Pero en el caso de los virus, las leyes y la ciencia m�dica, pese a los grandes adelantos y a los muchos triunfos que ha obtenido sobre innumerables dolencias, no puede curar autom�ticamente un virus del que desconoce su origen y su composici�n, ya que, como dice con acierto el autor, el objetivo principal de la ciencia es la comprensi�n de los fen�menos, para influir en ellos
a partir de ese conocimiento.
En cuanto a la atenci�n de salud como derecho, este ha sido reconocido en diferentes instrumentos internacionales, tales como la Declaraci�n Universal de los Derechos Humanos, que en su art�culo 25.1 se�ala: �Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, as� como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentaci�n, el vestido, la vivienda, la asistencia m�dica�11. Desde un contexto regional, el derecho a la salud se encuentra previsto en el art�culo 10 del Protocolo Adicional a la Convenci�n Americana de Derechos Humanos de Derechos Econ�micos, Sociales y Culturales o Protocolo de San Salvador, que lo establece como un derecho para todas las personas y lo entiende como el m�s alto nivel de bienestar en tres �mbitos: f�sico, mental y social. A su vez, compromete a los pa�ses firmantes a constituir a la salud como un bien p�blico, por lo que recomienda adoptar medidas para garantizar el derecho, entre las que pueden mencionarse la universalizaci�n de la atenci�n de salud, la elaboraci�n de pol�ticas de prevenci�n de las principales enfermedades infecciosas, educaci�n respecto a prevenci�n de enfermedades, etc.12.
El advenimiento de un virus que detuvo la movilizaci�n durante algunos meses y que un semestre despu�s de su aparici�n a�n no permite volver a la normalidad de las actividades, con consecuencias graves para la econom�a -en sus niveles macro y micro-, dej� en evidencia dos cosas: la primera, de �mbito global, que en una emergencia sanitaria los principales afectados son los m�s pobres, como siempre; la segunda, que en Am�rica Latina la salud es un derecho nominal, que su realizaci�n est� lejos de producirse en unas sociedades donde sus dirigentes no han sido competentes para elaborar las pol�ticas p�blicas y los instrumentos que establezcan un sistema de atenci�n de salud que sea solidario y universal, es decir, que atienda a todos los individuos que se asientan bajo la jurisdicci�n de ese Estado.
Coyuntura global y en Am�rica Latina en el contexto del derecho a la salud
El derecho a la salud en este contexto de pandemia ha sufrido severos retrocesos en todo el mundo. El Covid-19 ha venido para plantear grandes desaf�os a los sistemas sanitarios de todos los pa�ses. En Am�rica Latina, en cambio, el rol del Estado en la provisi�n de servicios p�blicos no se ha desarrollado muy ampliamente, pese a que la evoluci�n de estas democracias ha llevado a redactar nuevas constituciones que garantizan a los ciudadanos derechos fundamentales, entre los que se cuentan la provisi�n y el acceso a servicios en igualdad de condiciones, sin embargo, tal y como descubri� un estudio realizado en 2003:
En ciudades de la regi�n pueden perfectamente coexistir tecnolog�as de punta con modalidades extremadamente precarias de suministros de estos servicios de salud. En la mayor�a de los casos, la respuesta de los servicios de salud debe ser provista por el Estado (total o parcialmente), debido a que los niveles de ingresos y oportunidades de la mayor�a de las familias hacen imposible la resoluci�n del tema �por el mercado�. En otros casos, minoritarios, existe la posibilidad de mecanismos de financiamiento (seguros privados variados) que aseguran �relativamente� la provisi�n de mercado de los servicios13.
Delamaza Escobar y Flores aseguran que los Estados latinoamericanos han desarrollado distinta orientaci�n de las pol�ticas, que algunos han mantenido por largo tiempo y otros han cambiado con cierta frecuencia, a menudo en coincidencia con los cambios de gobierno:
Distintos proyectos de reformulaci�n de la institucionalidad estatal en la regi�n se han concretado tambi�n en reorientaci�n de algunas de sus pol�ticas (como las pol�ticas con enfoque de derechos, por ejemplo), mientras que, por el contrario, ciertas pol�ticas muestran aspectos de continuidad a pesar de las transformaciones pol�ticas en el control del estado (como ocurre con las pol�ticas que favorecen el extractivismo y el neoextractivismo)14.
Unos pa�ses ponen en marcha pol�ticas p�blicas de car�cter social de acuerdo al marco normativo y a los planes de desarrollo, pero otros carecen de esos instrumentos orientativos de las pol�ticas, ello ocurre, seg�n los autores, porque cuanto m�s neoliberal sea el enfoque, m�s se desentiende el Estado de proveer esos servicios. En una publicaci�n de 2017 (de periodicidad quinquenal) la Organizaci�n Panamericana de la Salud, hace dos importantes estimaciones respecto a la situaci�n de la atenci�n de salud en la regi�n.
La falta de eficiencia y equidad de los sistemas de salud ha sido responsable en gran medida del lento progreso de varios pa�ses hacia el logro de los ODM. Hoy siguen siendo dif�ciles barreras para alcanzar las metas asociadas a los ODS. Algunos sistemas de salud han sido incapaces de afrontar varios desaf�os de la salud contempor�nea y sus determinantes en la regi�n, en particular derivados de la transici�n demogr�fica y epidemiol�gica a lo largo de d�cadas, y los que se desencadenan como consecuencia de desastres, epidemias, conflictos internos, cambio clim�tico, corrupci�n, escasas fuentes de financiamiento, su propia segmentaci�n y fragmentaci�n, y una vasta pluralidad de otros factores asociados al contexto f�sico y social15.
Por un lado, es evidente que unos servicios de salud eficientes y universales coadyuvar�an en gran medida al desarrollo de la regi�n, por el otro, tambi�n lo es que Latinoam�rica tiene una demograf�a creciente y unos gobiernos claramente incompetentes, cuando no decididamente corruptos; hechos determinantes en la construcci�n del tipo de sociedad. Por ello, el documento de la OPS recomienda que los
sistemas enfrenten los problemas asociados a los cambios demogr�ficos y aquellos que se relacionan con los h�bitos de consumo y el envejecimiento, ya que constituir�n factores determinantes de la salud en los pr�ximos a�os.
En este contexto, solo queda concluir que los sistemas de salud de los pa�ses de la regi�n se encuentran lejos de estar preparados para afrontar una coyuntura de crisis de la dimensi�n altamente dram�tica que el Covid-19 implica. No existe infraestructura, pese a que, como se�ala Lago, en la mayor�a de estos pa�ses el derecho a la salud de halla consignado en su Constituci�n como un deber del Estado el proporcionarlo:
Sin embargo, las garant�as legales y constitucionales no se traducen en la realidad de la financiaci�n de los sistemas de salud p�blica. Brasil, el �nico pa�s del mundo con m�s de 100 millones de habitantes que ofrece atenci�n sanitaria gratuita a todos sus ciudadanos, gasta el 3,8% de su Producto Interior Bruto (PIB) por este concepto. En general, los sistemas universales son caros y requieren un mayor esfuerzo de inversi�n, como es el caso del Reino Unido, que, a pesar de tener una poblaci�n tres veces menor, gasta el 7,9% del PIB en su Servicio Nacional de Salud. Incluso Italia, que actualmente es el escenario de una gran tragedia, gasta el 6,8%16.
El promedio de gasto en el rubro salud en la regi�n es del 3.7% del PIB, y el valor per c�pita (sumando lo p�blico y lo privado) es menor que lo que invierten los pa�ses de Oriente Medio, tambi�n con enorme desigualdad y una condici�n de pobreza de su poblaci�n generalizada. Es, pues, evidente, que entre los marcos normativos y la realidad media una flagrante contradicci�n. El derecho humano fundamental y garant�a constitucional del derecho a la salud no puede concretarse en la regi�n, y el virus lo ha dejado m�s en evidencia que nunca.
La funci�n del derecho en la crisis sanitaria de 2020 pendula entre la vigilancia de la protecci�n de datos y la reclamaci�n del derecho a la salud. En el primer punto se trata de la protecci�n de los datos personales de los pacientes y de los voluntarios que participan en los m�ltiples ensayos que buscan dar con la vacuna en todos los continentes. En este momento herramientas tecnol�gicas permiten saber d�nde ha estado una persona enferma, por tanto, encontrar a potenciales contagiados es sencillo; sin embargo, estos datos son informaci�n personal que deber�a, normalmente, protegerse.
Otro aspecto importante a resaltar es el hecho de que las entidades estatales exigieron a sus funcionarios jornadas de trabajo presencial, exponi�ndolos a un alto
peligro de contagio, cuando en la inmensa mayor�a de los casos pod�an seguir cumpliendo sus funciones desde sus domicilios. Asimismo, las pruebas PCR que los organismos hac�an a sus empleados, muchas de ellas falsos positivos, por un lado, se hac�an en unas condiciones de servicio muy malas, y por el otro, creaban a la persona problemas sociales y laborales al ser se�alada como contagiosas, ya que no se respet� la protecci�n de datos en ning�n momento. Todos sab�an qui�nes se hab�an contagiado. Ello ocurre porque, como como asevera Muente Kunigami: �Si bien no todos los pa�ses de la regi�n tienen legislaci�n en materia de protecci�n de datos personales, usualmente se contemplan excepciones para contextos de emergencia nacional�17. Es decir, en esta coyuntura la norma existente se pas� por alto.
La protecci�n de datos encuentra su origen en la misma Declaraci�n Universal de Derechos Humanos, en el art�culo 12, que se�ala: �Nadie ser� objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputaci�n. Toda persona tiene derecho a la protecci�n de la ley contra tales injerencias o ataques�18. A d�a de hoy se encuentra convertida en ley en la mayor�a de las democracias, y en las que todav�a no es as� ya se encuentra en estudio, pese a lo cual, no ha impedido que se conozcan datos personales de enfermos, sus nombres, sus direcciones, dolencias, capacidad de consumo, cr�dito, etc. Ello porque los tiempos del gran hermano, en palabras de Orwell, donde las redes sociales se han tornado en el mayor coladero de informaci�n personal, la privacidad ha pasado a la historia. El ser humano renuncia a ese derecho en el momento mismo en el que teclea sus datos para obtener una cuenta en el universo cibern�tico.
El cambio de paradigma a prop�sito de la pandemia
Son muchos los que alertan de la necesidad de cambiar los modos de vida acelerados y altamente competitivos de las sociedades de este tiempo, esa idea de que la econom�a debe siempre crecer o el pa�s tiene problemas. Autores como Rojo-Guti�rrez y Bonilla consideran que es beneficioso para todos que en esta in�dita situaci�n la flora y la fauna hayan recuperado espacios, que la contaminaci�n atmosf�rica haba bajado hasta niveles de a�os atr�s: �La esperanza estar� en que est� situaci�n no sea en balde y conduzca de una vez por todas a una reflexi�n conjunta en la que mantener el estado de bienestar y reforzarlo pase por la mejora de nuestras condiciones ambientales pues no podemos pensar que existe una desconexi�n entre estas y nuestra salud�19. Y es que uno de los grandes ganadores de la pandemia es el medioambiente, ya que gracias a la disminuci�n de la movilidad las emisiones contaminantes han bajado y el peligro de los cambios que se esperan debido a la contaminaci�n se retrasa.
Para algunos cient�ficos es evidente, que se avecinan cambios importantes en la geograf�a de muchos sitios por el deshielo y la desertizaci�n, as� como como la imparable contaminaci�n de todos los afluentes de agua, ya que, seg�n afirma Useros Fern�ndez, igual que la evoluci�n demogr�fica o la globalizaci�n, el cambio clim�tico se convertido en una de las principales preocupaciones sociales:
(...) y esto es as� porque su principal responsable son las actividades humanas, por los efectos medioambientales y sobre la salud de la poblaci�n y, sobre todo, porque es otra cuesti�n m�s de pa�ses desarrollados y subdesarrollados, pobres y ricos, de justicia o de inequidad, de repartir cargas y esfuerzos, de tensiones entre explotadores de recursos y sociedades explotadas o, simplemente, de controlar el uso de combustibles y del uso de la tierra y, en resumen, de actuar con responsabilidad para esta y sucesivas generaciones, cuyo bienestar debe mejorarse con el desarrollo tecnol�gico20.
Un cambio de paradigma econ�mico redundar�a en un alivio para el medioambiente, ahora, el quid de la cuesti�n est� en c�mo ser�a ese nuevo modelo. Autores como la directora del Foro Pol�tica y Sociedad de la Fundaci�n Friedrich Ebert (FES) en Berl�n, Stefanie Elies, apunta a que esta crisis puede ser un impulso para dos cambios fundamentales de paradigma:
(...) uno relacionado con el trabajo de cuidados y el otro, relacionado con los cambios institucionales en materia de seguridad humana. El n�cleo de este doble cambio de paradigma es un redireccionamiento de las inversiones hacia sistemas sostenibles y preventivos que prioricen la asistencia y la seguridad de las personas. Esta redistribuci�n no va en contra de los intereses econ�micos, sino a favor de una profunda transformaci�n socioecol�gica21.
La historiadora argentina Pilar Gonz�lez Bernaldo, por su parte, est� de acuerdo con Elies en el cuestionamiento al actual sistema de acumulaci�n de riqueza por parte de unos pocos, que redunda en las carencias de muchos, y apostilla que esto est� matando el equilibrio ecol�gico del planeta, y a�ade que:
La grieta que provoca la crisis actual atestigua de la dimensi�n hist�rica y por consiguiente arbitraria de nuestra manera de pensar la sociedad. A pesar de la tristeza por el costo humano de la pandemia y la preocupaci�n por los efectos sociales a�n imprevisibles de la crisis, ella nos ense�a que cambiar de rumbo supone interrogar los paradigmas que inciden en nuestra capacidad de pensar otras respuestas posibles, ofreci�ndonos una oportunidad planetaria para hacerlo22.
No obstante, hay autores que hacen lecturas optimistas sobre la actualidad, como la que hace Ponce cuando indica que:
El futuro est� sucediendo ahora. Pocas veces una generaci�n ha vivido, en su propio tiempo y espacio, cambios de paradigma tan intensos y veloces como la actual humanidad. Vivimos tiempos excitantes. La mayor�a somos hijos del siglo XX y de la revoluci�n de la inform�tica, que ha modificado radicalmente la sociedad en los �ltimos 50 a�os, pero tambi�n somos contempor�neos de una nueva revoluci�n que se abre paso de forma silenciosa por las venas del mundo23.
A prop�sito de la pandemia que mantiene al mundo en crisis sanitaria y econ�mica, la Comisi�n Econ�mica para Am�rica Latina y el Caribe considera que la pandemia �nos demanda la construcci�n de un nuevo modelo de desarrollo, con instituciones m�s redistributivas que tengan mayor preocupaci�n por las minor�as, las mujeres y los adultos mayores, sin olvidar tampoco el cambio clim�tico�24.
Decir de manera taxativa que esta crisis en la que nos encontramos perfectamente inmersos todav�a va a propiciar un cambio de modelo en lo econ�mico y en lo social es ir un poco demasiado r�pido, al ser humano le ha tomado muchos milenios llegar a esta situaci�n, enmendarla puede llevarle alg�n tiempo. En ese sentido, cabr�a pues afirmar que el cambio de paradigma es una necesidad, aunque no se lo avizora.
Conclusiones
Una pandemia a estas alturas del desarrollo cient�fico y tecnol�gico parec�a que quedaba muy lejos. En tiempos en los que poderosos empresarios est�n iniciando sus proyectos urban�sticos en localizaciones del espacio exterior, los ciudadanos que no trabajaban en el �rea cient�fica relacionada con los virus no pod�an prever semejante evento. Pero ocurri� y vino a cambiar la realidad inmediata. Y a perjudicar seriamente las econom�as de todo el planeta. Y a dejar en evidencia que las desigualdades en el disfrute de los derechos fundamentales est�n ah�.
Se concluye, por tanto, que el derecho a la salud en la regi�n es en muchos pa�ses una garant�a constitucional, pero ello no modifica la cuesti�n: baja inversi�n en el sector, falta cr�nica de infraestructura, ausencia de pol�ticas p�blicas que realicen el derecho y falta de voluntad pol�tica de quienes manejan los recursos p�blicos.
Asimismo, el papel de la ciencia en esta crisis sanitaria mundial ha sido relevante y no puede menoscabarse su aporte con an�lisis de plusval�as o con el negacionismo de los grupos de fan�ticos que opinan desde el oscurantismo de la magia y la supercher�a. La ciencia hace in�ditos esfuerzos por encontrar la vacuna, por un lado, y por el otro intenta contener el tsunami desinformador que estimula a las masas a la desobediencia y al caos.
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� 2023 por los autores. Este art�culo es de acceso abierto y distribuido seg�n los t�rminos y condiciones de la licencia Creative Commons Atribuci�n-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional (CC BY-NC-SA 4.0)
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