Erradicar el narcotrfico: dialctica del poder y la sociedad de consumo
Eradicing drug trafficking: dialectics of power and the consumer society
Erradicar o narcotrfico: dialtica do poder e da sociedade de consumo
Luis Fernando Cedeo-Astudillo I
https://orcid.org/0000-0002-3513-2746
Correspondencia: cluis@umet.edu.ec
Ciencias tcnicas aplicadas
Artculo de investigacin
*Recibido: 05 de julio de 2020 *Aceptado: 20 de agosto 2020 * Publicado: 20 de septiembre de 2020
I. Mster en Poltica candidato a Doctor (PhD) en Ciencias Jurdicas Universidad de Mlaga, Mster Universitario en Derecho Penal y Poltica Criminal, Abogado de los Tribunales y Juzgados de la Repblica del Ecuador, Docente Investigador en la Universidad Metropolitana del Ecuador. Guayaquil, Ecuador
Resumen
En este artculo se disertar la correlacin filosfica entre el gobierno y el narco, donde la intervencin poltica proporciona inmunidad a los capos de la droga que se ven como cuestionadores del poder y no como rivales. A travs de una investigacin hermenutica y documental, se detecta que la capacidad del narcotrfico para regular la sociedad es la respuesta al monopolio coercitivo que originalmente se reservaba para el gobierno. Sin embargo, las conclusiones nos revelan la existencia de un grupo no tomado en cuenta en la poltica pblica: los desplazados o "parias" de la guerra contra las drogas.
Palabras clave: Narcotrfico; cultura; sociedad; Foucault; parias
Abstract
This article will discuss the philosophical correlation between the government and the drug trafficker, where political intervention provides immunity to drug lords who see themselves as questioners of power and not as rivals. Through a hermeneutical a documentary investigation, it is detected that the capacity of drug trafficking to regulate society is the response to the coercive monopoly that was originally reserved for the government. However, the conclusions reveal to us the existence of a group not taken into account in public policy: the displaced or "pariahs" of the war on drugs.
Keywords: Drugs; culture; society; Foucault; outcasts
Resumo
Este artigo discutir a correlao filosfica entre o governo e o narcotrfico, onde a interveno poltica fornece imunidade aos traficantes que se veem como questionadores do poder e no como rivais. Por meio de uma investigao hermenutica e documental, detecta-se que a capacidade do narcotrfico de regular a sociedade a resposta ao monoplio coercitivo originalmente reservado ao governo. No entanto, as concluses revelam a existncia de um grupo no levado em considerao nas polticas pblicas: os deslocados ou "prias" da guerra s drogas.
Palavras chave: Trfico de drogas; cultura; sociedade; Foucault; prias
Introduccin
El narcotrfico es la manifestacin ilimitada de un capitalismo agresivo. La fuerza de trabajo que compone toda la cadena de produccin y exportacin de drogas, es una relacin donde el campesino que cultiva la hoja de la coca, vende su fuerza de trabajo al seor capitalista (gran capo) porque no cuenta con los medios de produccin para instalar su propio laboratorio, ni con las oportunidades sociales suficientes para dedicarse a tareas menos peligrosas. Considerando entonces que el capitalista compra la fuerza de trabajo, l es el nuevo dueo. A partir de ah, el capo controla el capital variable (costo de produccin por kilo, sobornos en la frontera, transportacin, etc.,) y cmo se dirige la fuerza de trabajo en la medida que el agricultor no diferencia lo lcito de lo ilegal en su jornada diaria. El capitalismo como sistema econmico prescribe que el nico propsito de la fuerza de trabajo es generar ganancias para el dueo de los medios de produccin, y que el valor generado por el obrero no se ve reflejado ni en su salario, ni en su prximo nivel de vida. En el narcotrfico la relacin trabajador-patrono es exactamente igual. Las condiciones insalubres en los plantos de coca, marihuana y amapola, ms el riesgo permanente de ataques por parte de la fuerza pblica, no compensa en absoluto las irrisorias cantidades que cobran los jornaleros por cada kilo de alcaloide producido. Aunque el campesino acepta forzosamente las condiciones de trabajo impuestas por el poder local, prefiere estar esclavizado y arraigado en familia antes que perecer por la falta de alimentos. De hecho, el narcotrfico se vuelve para l una evasin a la miseria extrema y le otorga un utpico sentido de autonoma, porque al menos conoce la utilidad que tiene su fuerza de trabajo para los barones de la droga. Incluso, apegndonos a paradigmas romntico sobre la cuestionada nobleza de ciertos narcotraficantes, la lealtad (que se vuelve un agregado a su fuerza de trabajo) podra permitirle convivir en un aparente estado de bienestar, pues personajes como el Chapo, no solo compran la fuerza de trabajo, sino la simpata de los ms desprotegidos, dotndolos de escuelas rurales medicinas y servicios bsicos.
Para el campesino que trabaja en los cultivos del gran capo, la incapacidad de verse a s mismo como dueo de objetivos y metas en su vida, otorga diferentes perspectivas de acuerdo a las dinmicas socioeconmicas y laborales que hallan justificacin en la respuesta social. La condicin enajenada del capitalismo referente al trfico de drogas, determina que el campesino encuentra una identidad incompleta, o peor an, abandona la suya para adquirir una identidad superflua; deja de verse como un agricultor para identificarse como trabajador de un crtel de drogas, aunque realmente no lo sea. La pobreza atrae cada vez ms campesinos en la produccin de marihuana, hoja de cocana y amapola. Poco despus, no es de extraarse que permanezcan atrapados en toda la cadena produccin y el trfico de drogas, ejecutado por las mafias nacionales e internacionales con la complicidad del estado. El dinero, el poder y la violencia han permitido a estas organizaciones convertirse en poderosos actores sociales y polticos, y tomar el control total de vida de los individuos afectados por este fenmeno, pues, la capacidad de ejercer el poder social, econmico y coercitivo con impunidad es inexplicable, a no ser que se acepte la complicidad directa o indirecta del alto gobierno, tanto a nivel municipal como local. (Zabaleta, 2018)
Las conexiones temticas entre la delincuencia, la violencia y la gobernabilidad tratan de contextualizar un enfoque histrico que se refiere a la simultaneidad de un estado fallido y un narcoestado. Mxico, por ejemplo, mantiene una economa derivada de uno de los ms prominentes tratados de libre comercio del mundo; tiene una industria turstica mundialmente conocida, y un modernizado sistema electoral que ha ganado reconocimiento. Las drogas ilcitas y las actividades delictivas parecen profundamente arraigadas en la sociedad. Las relaciones sociales y las economas locales y regionales, juegan un papel fundamental en las decisiones de gobierno, dado que el nexo del narco-gobierno se convierte en un orden formal respaldado por la norma. Esto permite el avance de las actividades criminales dentro de las jerarquas polticas, las relaciones de poder generadas por el narcotrfico se vuelven cada vez ms amplias. (Solis Gonzlez, 2013)
Durante dcadas los acuerdos entre el trfico de drogas y los agentes estatales fueron incorporados en las redes y familiares y los propios sistemas de gobierno. Sin embargo, la reproduccin de estos acuerdos fue condicionado por fuerzas fuera de su alcance. La represin de las organizaciones de la droga y su eventual fragmentacin abren oportunidades para los nuevos crteles de droga que buscan penetrar poco a poco en el negocio y tomar el control del trfico de drogas procesadas y sintticas. Por ejemplo, aunque el narcotrfico mantiene un combate frontal de los aos 70, en la dcada de 1980 el mercado de cocana en Estados Unidos explot sin lmites. Se ha estimado que la cantidad de cocana que se consume en los EE. UU (y que ingresa a travs de Mxico) aument de un 20% en 1984 a un 80% en el siglo XX. La cocana eleva masivamente los intereses econmicos de los estados exportadores, ya que vierte incontables cantidades de dinero en el sector bancario. Pero el comercio de la cocana tambin abastece la industria del medicamento, la cosecha de otros productos (que requieren organizacin diferente) y, por consiguiente, la adquisicin de tierras y nuevas maquinarias tambin mueven la economa local. En otras palabras, el trfico de drogas colabora en el crecimiento de la renta nacional como si fuera cualquier mercanca legalizada. (Valds, 2013)
Desarrollo
Narcotrfico: una dialctica de poder y resistencia
Un da decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los das vamos sabiendo que nada cambi. El problema del narco envuelve a millones. Cmo dominarlos? En cuanto a los capos encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ah El narco est en la sociedad, arraigado como la corrupcin.
(Ismael el mayo Zambada, histrico narcotraficante mexicano, durante una entrevista con Julio Scherer para el semanario Proceso. 3 de abril del 2010)
Ante el vaco que dejaron los crteles colombianos en los aos 90, Mxico se haba convertido en un elemento clave para la economa internacional que genera el trfico de drogas, lo que aument enormemente la agitacin poltica y financiero del propio gobierno. Mientras que el gobierno municipal buscaba subvenciones a travs de los cultivos y las bodegas almacenadoras de cocana Colombia, las fuerzas federales buscaban nuevos socios de poder. Esto ocurri precisamente en medio de los cambios propiciados por las reformas neoliberales, la privatizacin y liberalizacin del comercio, que profundiz la vulnerabilidad de muchos mexicanos que, si bien ya estaban en una situacin de riesgo, pasaron a ubicarse en los grupos de extrema condicin social. Este fue el escenario aprovechado por el narcotrfico: una nueva generacin de lderes criminales, ejercieron su creciente influencia en las sociedades locales y regionales para envestirse de legitimidad ayudando con dinero y trabajo a los sectores desfavorecidos. A partir aqu, los narcotraficantes ya no son vistos como agentes criminales, sino como salvadores del pueblo (Hernndez, 2010).
Un factor clave corresponde a la necesidad de los narcotraficantes por tejer nuevos sistemas de gobierno a travs de polticas sociales (lo cual les permite disfrutar de legitimidad) el poder gubernamental est ms convencido que la legalizacin de las drogas es la solucin ante tanta violencia. Sin embargo, los poderes reguladores y superpuestos a la soberana, mantienen su conveniencia en la ilegalidad del consumo. El poder requiere un enemigo a quien atacar, y ese es precisamente el narcotrfico. En zonas donde las superpotencias no han encontrado excusa para iniciar una guerra en pro de la libertad, han visto a los grupos criminales como los nuevos enemigos. Cual pretexto validado por las coaliciones internacionales, los crteles son blancos perfectos para justificar intervenciones militares que pongan en riesgo las pretensiones soberanas.
A medida que el trfico de drogas gana ms impulso por su propia guerra, la competencia entre ellos se ha intensificado. A la par del crecimiento de la nueva empresa de las drogas, el coyoterismo, la corrupcin, terrorismo, el trfico de armas y la trata de personas, son otros productos ofrecidos por el sistema criminal. En otras palabras, se dio lugar a la interrupcin de las economas ilcitas gestionadas localmente, para incrustarse en una vasta red de negocios internacionales. (Hernndez, 2010)
Pero, aunque esto representa solo una muestra de las varias dcadas que el narcotrfico ha irrumpido en la sociedad civil, sus estrategias discursivas para transmitir mensajes cumplen funciones semiticas para explicar la llamada cultura de la violencia. El narcotrfico, aunque naci dentro de un contexto neoliberal y muchas veces recae su importancia sobre los flujos econmicos, no debemos obviar los paralelismos entre los mtodos punitivos analizados por Foucault en Vigilar y Castigar, y las violentas actuaciones que los crteles de droga publicitan a manera de prevencin general. Por ejemplo, Foucault describe cmo la participacin pblica en la tortura y la ejecucin una vez giraba en torno a la literatura criminal, centrada en las ltimas palabras del convicto. Los crteles de drogas utilizan estos mismos argumentos para exhibir pblicamente los actos de tortura y sometimiento de sus enemigos. El uso performativo del dolor, la intimidacin y la brutalidad para asustar al pblico y paralizar su voluntad de actuar contra el delito en la vida cotidiana, no hace otra que reconocer a las organizaciones criminales como figuras autorizadas ms legtimas que las fuerzas estatales. A medida que los crteles buscan reemplazar la soberana del estado con sus propios medios coercitivos, transmiten su mensaje de control social al pblico a travs de diversos medios, incluyendo la viralizacin de videos, colgamiento de cadveres o la exhibicin de cabezas en lugares pblicos. Incluso, aprovechan su capital econmico para disear insignias, eslganes, producciones musicales y cualquier otro medio para visibilizarse. Este representa el discurso como instrumento y efecto de poder referido por Foucault, dado que esta clase de mensajes son elementos tcticos que generan una relacin de fuerza. Como en cada sociedad, la narco cultura produce un discurso que al mismo tiempo es controlado, organizado y distribuido.
Dentro del crimen organizado, la relacin poder/conocimiento y su hegemona como una categora supra estructural, se explican a partir de la teora social que contribuye al importante cuestionamiento sobre si el hombre combate o genera delito. Sin duda, esto causa fascinacin en los defensores del pensamiento foucaultiano, porque el narcotrfico propone de forma convincente que ninguno de nosotros puede salir de sus relaciones de poder, y nadie est completamente exento de sus lazos; nadie sabe, si al visitar casinos, cadenas hoteleras, u otros centros de diversin nocturna, estamos coadyuvando a la economa de un imperio que simula ser la rplica del sistema burocrtico. Sumado a esto, la seduccin del impacto cultural, acta una oscura pantomima de cmo el narcotrfico nos hace cmplices de sus placeres. Si al principio, la primera opcin del narcotrfico era seducir nicamente a los consumidores de droga, ahora su mercado abarca la compra de simpatas a travs de una cultura de entretenimiento. La exageracin de hazaas y la enervacin de crmenes como si fueran proezas, provocan que la gente se sienta ms tranquila conviviendo con un narcotraficante que con un femicida.
El espectculo en su generalidad es una inversin concreta de la vida y, lo cual vuelve a la realidad algo en lo que no participamos directamente (Debord, 1967). La narcocultura, es un espectculo de poder formado por imgenes inacabadas a travs de lo mainstream, donde dejamos ser meros observadores de la escena y nos volvemos participantes indirectos. Esa nueva realidad social que representa el narcotrfico, son el surgimiento de una vida paralela que el poder pretende activarnos, pues, mientras existan ms personas seducidas por el espectculo glorificado de la narcocultura, dentro las sociedades existen ms delincuentes potenciales que tarde o temprano sern el blanco perfecto para el entrenamiento sanguinario de la fuerza pblica. Pero, no debemos ignorar que la filosofa platnica sostiene que no siempre las imgenes pueden ser reales, porque siempre contienen una mentira en la medida en que nunca muestran completamente la realidad que representan.
Si bien uno podra asociar correctamente a los carteles de la droga como una demostracin del mal radical, lo que est en juego no es un esfuerzo por caracterizar sus mtodos de castigo, sino las relaciones de poder que tejen para perpetuarse en la sociedad y simblicamente desafiar al Estado. En este sentido, en lugar de ser meras exhibiciones de monstruosidad, estas prcticas tienen un propsito regulatorio como parte de un sistema ms amplio de control social. Realizar estas funciones permite a los crteles de droga comunicar ms fcilmente su mensaje, pero ninguna estrategia discursiva tiene ms accin la propia exhibicin pblica de su poder. Antes, las ejecuciones o muertes ligadas con el narcotrfico solan mantenerse fuera de los centros de atencin; ahora, el anuncio de las muertes y las famosas narcomantas invaden el espacio pblico. Los cadveres de los torturados representan la mxima expresin de la soberana biopoltica en el mundo del narcotrfico: el poder y la capacidad para decidir quin puede vivir y quin debe morir. Adems, el aspecto performativo de estas ejecuciones asegura que su atrocidad siga siendo un recuerdo palpable en la conciencia ciudadana. Pero, aunque los crteles de droga son ms conocidos por su violencia, sus mtodos de control social son psicolgicamente ms efectivos, porque el poder fsico en s es inoficioso. Sin la subordinacin moral del individuo, lo nico que quedara es el poder de coaccionar a travs de la muerte, y el narcotrfico necesita ciudadanos vivos de quienes servirse y a quienes servir. De acuerdo con esta frmula, los crteles de droga construyen su propia soberana dentro de las escuelas, negocios locales (aun sin el propsito de lavar dinero), proporcionando programas de salud y bienestar social para encontrar el sustento que legitime su poder. Esta reverencia, es innegablemente soportada por la romantizacin de la cultura narco, dada la relacin que los crteles establecen con el pblico, la cual representa un espacio mucho ms extenso que la mera expresin cultural. Entonces, la identidad del narco penetra gradualmente el mbito de la soberana que antes era reservada solo para los actores estatales. As como la existencia de cualquier estado mantiene su base en la monopolizacin de la violencia y la capacidad para forzar su aprobacin ciudadana, el narco tambin utiliza la violencia como un mecanismo para mantener soberana. Pero la violencia es para ellos un instrumento reutilizable, porque, as como la usan para generar coaccin entre sus posibles delatores y atemorizar a sus habitantes, tambin la emplean para proteger a la ciudadana de infracciones comunes como violaciones y robos. (Ovalle, 2010)
Otro paralelismo entre las prcticas de los crteles de drogas y las ideas foucaultianas, va ligado con obligacin que tienen los secuestrados (o levantados, para respetar el argot narco) a revelar confesiones polticas y de autocondena. En Vigilar y Castigar, se narra cmo criminales acusados, en la Francia del siglo XVII, fueron obligados a consagrar su propio castigo como una prueba de arrepentimiento forzado hacia la corona. Esto daba lugar a la morbosa escena de las 'ltimas palabras del condenado', cuya fama dependa de la circulacin panfletos con declaraciones apcrifas. En pleno siglo XXI, esas splicas y delaciones se expanden en las redes sociales como un cuadro sintomtico de las tendencias mainstream. En pginas como El blog del narco la cultura expansiva del delito se muestra a travs de videos, donde, previa a la ejecucin del condenado, ste revela el nombre de los funcionarios coludidos con la delincuencia organizada y pide disculpas por la intromisin en plazas ajenas. De igual forma, el hermetismo de los procedimientos judiciales en aos 1700, negaba cualquier oportunidad para revertir la acusacin, o por lo menos implorar clemente en instancias judiciales. Tal cual ocurre con los levantados, estos no tienen otra alternativa para defenderse del poder, ms que la espera de una muerte rpida y menos violenta. Por eso, en la naturaleza performativa de las ejecuciones para enviar sus mensajes de manera ms efectiva y ms fciles de leer, se convierten los cadveres en un medio para cumplir un fin especfico.
Estas tcticas basadas en el terror permiten a los crteles establecer lo que Foucault denomina mini-totalitarismos' que se agrupan dentro de las subculturas asentada en Amrica Latina. Examinar las condiciones de la modernidad delictiva permite que la brutalidad se reconcilie con las olas de violencia que por lo general son productos de la postguerra. El mtodo de control social ms visible y psicolgicamente discordante, podra considerarse incluso peor que la violencia fsica, porque el rol de las posibles vctimas ya no abarca solo a los integrantes de un cartel, sino a sus familias. El alcance global-militar de la delincuencia organizada, permite que los crteles mantengan un desafo directo contra la soberana del estado y su monopolizacin de la violencia. Pero ese desafo depende de la visibilidad del propio crtel, y su capacidad de circular por los diferentes niveles sociales, ya que su respeto y legitimacin dependen de una viralizacin del discurso performativo, es decir, mientras ms espacio social consiguen, tendrs ms visibilizacin que el propio gobierno, y, por ende, ser bautizada como una primera fuerza de poder. Aunque la teora poltica presume que las sociedades necesitan reglas y que stas necesitan de su incumplimiento (de lo contrario, no habr ninguna lnea entre el orden y el desorden), los tericos polticos no se aventuran a especificar reglas detalladas en la criminologa, donde los infractores son teorizados e investigados como una categora foucaultiana. Sin embargo, como hemos podido notar, Foucault est ciertamente familiarizado con la teora poltica del delito y sus discusiones perceptivas. (Foucault, 1999).
La resocializacin de narcotraficantes: un sueo guajiro
Goffman defini la resocializacin como un proceso de derribar y reconstruir el papel de un individuo y el sentido social de s mismo. A menudo es un proceso social deliberado e intenso y gira en torno a la idea de que, si algo se puede aprender, se puede desaprender (Bravo, 2017). La resocializacin tambin se puede definir como un proceso que somete a un individuo a nuevos valores, actitudes y habilidades definidas como correctas de acuerdo con las normas de una institucin en particular, y la persona debe cambiar para funcionar adecuadamente con esas normas. Una pena privativa de libertad es un buen ejemplo, dado que el individuo no solo tiene que cambiar y rehabilitar su comportamiento para regresar a la sociedad, sino que tambin debe adaptarse a las nuevas normas requeridas para vivir en una prisin. Si bien la ley ata directamente al cuerpo humano, el sistema penal moderno y la forma en que se castiga mantiene perspectivas prcticas distintas. El objetivo de la prisin como institucin reformadora es fabricar ciudadanos respetuosos de la ley, aumentar su mundo intelectual y cambiar su enfoque cotidiano. Foucault incorpora este desarrollo en un anlisis profundo del castigo como un fenmeno social y poltico complejo, que se caracteriza por diversas dinmicas, como el poder, el conocimiento y la disciplina. Este propsito, que hoy en da se llama resocializacin, resulta no ser realista.
La gran pregunta es: Si los narcotraficantes ya viven en un estado de bienestar y reconocen al estado no como una figura por encima de la suya, sino aliada Es posible lograr su resocializacin con el mismo tratamiento que al delincuente comn?
Hannah Arendt afirmaba que los delincuentes idealistas representan una criminalidad radical y compleja por el hecho de que, si bien los actos delictivos pueden convertirse en tragedias monumentales, los perpetradores de esos actos a menudo estn marcados no con la grandiosidad de lo demonaco, sino con la naturalidad absoluta dado que sus actos no responden a la maldad individual, sino al poder que los ampara. (Cano, 2004). Ella encontr a Eichmann como un burcrata ordinario, ni malo, ni pervertido, ni sdico, sino "terriblemente normal", que actu sin otro motivo que el de avanzar diligentemente en su carrera gubernamental de la Alemania nazi. No lo vio como un monstruo amoral, sin embargo, reconoce que realiz actos malvados, aunque nunca se percat de lo que estaba haciendo debido a la incapacidad para pensar por su devocin ciega hacia el poder que en ese momento representaba el nazismo.
Luego de su tercera captura el 8 de enero del 2016, Joaqun Guzmn Loera, mejor conocido como el Chapo, y quien fuera reconocido como el narcotraficante ms notorio de finales de los 90 hasta la segunda dcada del 2000, fue sometido a un test psicolgico de rutina que arroj los siguientes resultados:
"Es una persona respetuosa, cuida mucho las formas, cordial, amable, muy reservada, pero cuando entablas confianza puedes platicar con l de manera extraordinaria, lo que te permite saber cmo opera su mente (...) Lo que tiene es una capacidad estratgica muy importante. Sabe a quin poner en el lugar preciso, a quin quitar y cmo mover sus piezas, como en un juego de ajedrez (...) A pesar de los crculos en los que se mova, el seor Guzmn Loera no es un psicpata, pero tiene rasgos psicopticos y rasgos narcisistas que se reflejan en una necesidad de admiracin, de sentirse nico y especial. Actualmente es el patriarca, es tranquilo, reservado al principio, est acostumbrado a que se le escuche, a negociar y siempre por el bien de las partes y para el bien de la organizacin y no para l mismo (...) Segua las normas y las reglas. 'El Chapo' de hoy es un hombre dedicado a la familia, entre los que figuran principalmente su madre, su esposa y sus hijas gemelas (...) Cuando l tuvo una aproximacin a lo que era la extradicin, consider que no era tan malo y que poda hacer un acuerdo. (Frmula, 2019)
El perfil responde al pensamiento arendtiano sobre la figura de los individuos normales que ejecutan actos perversos por amores ideolgicos, y las categoras de poder que diserta Foucault. En el caso del narcotrfico, las polticas generales y los llamados "regmenes de verdad" son el resultado del discurso cientfico que las instituciones refuerzan (y redefinen) constantemente a travs del sistema de coercin, los medios de comunicacin y el flujo de ideologas polticas y econmicas. No hay una verdad absoluta que pueda ser descubierta y aceptada, sino que es una batalla entre lo verdadero separado lo falso y los efectos especficos del poder que siempre estn ligados a un discurso verdadero, pues, Guzmn Loera, en su rol como narcotraficante, pas desapercibido hasta el ao 1993 en que el gobierno mexicano construy sobre l la figura de gran capo (sin serlo) para culparlo de la muerte del cardenal Posadas Ocampo. Similar bosquejo de poder condujo al gobierno de los EE. UU para fabricar el mito del Chapo Guzmn. La necesidad de un personaje famoso, con proezas legendarias (sus dos escapes de prisiones de mxima seguridad) y presencia en el sistema financiero como uno de los hombres ms ricos del planeta, permiti el hallazgo de un chivo expiatorio contra quien imponer su rol de autoridad.
Los estados saben que no pueden (ni podrn) erradicar al narcotrfico, por eso no les conviene batallar contra ellos, sino controlarlos. El gran problema, es que los crteles de drogas no quieren ser figuras subordinadas hacia un poder que se alimenta de ellos, sino mantener un papel de autoridad que pueda significar una ganancia bilateral en el plano poltico y econmico. Es decir, al tener dos estructuras similares (estado/narco) pretendiendo imponerse, el sueo guajiro de la mancomunidad del poder traslada sus diferencias al campo de las armas.
El gobierno entiende que la nica forma de resocializar a un narcotraficante es creando auto-resistencia. La sumisin que se plantea encontrar en sujetos igual o ms poderos que la propia estructura, debe ser vista como una conjetura y no como un hecho probado. Por eso, en el ao de 1996, Estados Unidos cre un programa secreto denominado Programa de Resocializacin de Narcotraficantes, donde figuras prominentes del narcotrfico colombiano se comprometan a no seguir en el negocio de las drogas y entregar buena parte de su patrimonio, a cambio de cumplir penas irrisorias y la promesa de no ser extraditados. Si el propio gobierno que abandera la lucha contra el narcotrfico traza caminos de impunidad, podemos decir que la guerra contra las drogas corresponde ms a un platonismo de pantalla que a una poltica criminal universal.
Pero hagamos un poco de historia sobre este programa:
Las negociaciones secretas se llevaron a cabo en la denominada Segunda Cumbre de Panam en el ao 1996. Baruch Vega, la persona clave en todo el proceso, fue un fotgrafo colombiano a quien la CIA reclut en la Universidad de Santander para infiltrarse en la guerrilla. En 1980, Baruch logr reunirse con Rodrguez Gacha para limpiar su registro en el FBI a travs de un contacto extranjero. Vega se hizo muy popular entre los seores de la droga de Colombia y mantuvo conversaciones con los lderes de los carteles de Medelln y Cali y, posteriormente, con la segunda generacin narcotraficantes, incluyendo a lderes paramilitares, el Cartel de Norte del Valle y la Oficina de Envigado. A finales de 1999, una treintena de narcotraficantes que decan ser responsables del mayor porcentaje de las exportaciones de cocana hacia los Estados Unidos, se reunieron con Baruch y funcionarios del Departamento de Justicia estadounidense, la DEA Y Fiscala, para coordinar la iniciativa, disear estrategias y para guiar las negociaciones. Para el ao 2006 cerca de 300 narcotraficantes colombianos haban negociado con el sistema de justicia de Estados Unidos. Uno de los primeros narcotraficantes que se presentaron fue Nicols Bergonzoli, un lugarteniente de Pablo Escobar que habra ganado mucha importancia en el mundo del crimen. Bergonzoli haba conocido a los hermanos Castao Gil a inicio de carrera paramilitar, as como a otros lderes de las Autofedensas Unidas de Colombia (AUC). A travs de l, Carlos Castao se haba propuesto convencer a los nuevos capos Luego del desmantelamiento de los crteles de Medelln y Cali) a iniciar conversaciones similares para pactar su entrega. Hernando Gmez, alias Rasguo, asisti a una segunda cumbre en Panam y expres su inters en iniciar negociaciones directas con funcionarios de Estados Unidos, lo que posteriormente se tradujo en el malogrado Pacto de Ralito. Pero no todos los capos queran renunciar a parte de sus fortunas y declararse culpable ante un juez de Estados Unidos. Otros preferan consolidar su posicin, aumentar su influencia poltica el congreso y mantener sus contratos con el gobierno. Por supuesto, la iniciativa fracas. (Tellez & Lesme, 2016)
El caso de Mxico no es tan distinto. Despus que la Operacin Cndor (no confundir con el plan desestabilizador poltico en Latinoamrica) destruyera la produccin de opio y marihuana en Mxico y, luego de la muerte de Pedro Avils Prez 1978, su heredero criminal Miguel Flix Gallardo, con dos lugartenientes (Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo) cre y administr la primera gran corporacin de narcotrfico en Mxico, que se ocup de la distribucin de cocana colombiana en EE.UU. Esta organizacin fue denominada Cartel de Guadalajara, y era visto como el crtel ms poderoso del mundo, solo por debajo del Cartel de Medelln. Gallardo y sus lugartenientes modernizaron, comercializaron e internacionalizaron el narcotrfico, establecieron rutas de cocana desde Amrica del Sur, a travs de Mxico, hasta los Estados Unidos y Europa, cuyas rutas permanecen activas hasta los tiempos actuales. El "flaco" Flix Gallardo entendi los mercados internacionales en cuanto a la oferta, demanda y especulacin (tipo Wall Street de las drogas) y hablaba ingls. Gallardo sent las bases para un sistema de corrupcin y convivencia criminal con el estado mexicano para proteger los mutuos intereses que mantenan. Comenz a racionalizar un modelo de lavado de dinero en la economa supuestamente "legal" al norte y al sur de la frontera, que tiempo despus sera perfeccionado por sus sucesores. (Hernndez, 2010)
Luego de su captura, el llamado Padrino o Jefe de Jefe realiz cambios estructurales en la organizacin. El Cartel de Guadalajara se dividi en diferentes clicas: Los hermanos Arellano Flix forjaron su propia organizacin llamada "Cartel de Tijuana" o "Cartel Arellano Flix - CAF", los hermanos Carrillo Fuentes fundaron el "Cartel de Jurez" con el comandante de la Direccin Federal de Seguridad - DFS (equivalente a la CIA en Mxico) Rafael Aguilar Guajardo; los hermanos Beltrn Leyva cooperaron con el "Cartel de Sinaloa" comandado por Hctor Palma Salazar, Jos Esparragoza Moreno (Ex agente de la DFS) y un novel Joaqun Guzmn Loera (que inici como recolector de opio para Pedro Avils) e Ismael Zambada Garca que trabajaba de forma independiente antes de aliarse con la gente Sinaloa. Por el norte, Juan Nepomuceno Guerra mantuvo la estructura del "Cartel del Golfo" con su sobrino Juan Garca brego. A la captura de este ltimo, sucedi al mando Salvador "chava" Gmez, quien fue asesinado por Osiel Crdenas Guilln para obtener el control total de la organizacin. Al inicio, todos trabajaban de manera organizada y solidaria. Pero, como indica Foucault, el poder resulta ser an astuto porque sus formas bsicas de operacin pueden cambiar de respuesta constante para liberarse del control. Obtener las mejores rutas, mejor posicionamiento poltico y, por ende, una mayor bonanza econmico, desat una guerra cuya estadstica de muertes es mucho mayor que cualquier pas con guerra declarada. Al fin de cuentas, cada crtel quiso mantener el control de todos los estados, como si se trata del panoptismo diseado por Bentham y argumentado por Foucault: el estado es la crcel, las plazas son las clulas, los halcones (cuidadores) son los celadores ocultos, los enemigos son los sujetos inmersos en un sistema de normalizacin, la tortura es la norma, la muerte es el castigo, y todos responde al ojo central donde recae el verdadero poder: el capo. (Hernndez, 2010)
Las redes de poder producen y necesitan estrategias de resistencia, que a su vez produzcan y requieran transformaciones en estrategias de poder, y as sucesivamente. Por lo tanto, el poder da forma y est conformado por lo que busca controlar, y la resistencia engendrada est conformada por lo que busca superar. Como tal, podemos conceptualizar la relacin narco-estado en trminos foucaultianos de poder-resistencia, donde el poder y la resistencia se conceptualizan como dos polos de la misma relacin: uno en el que la fuerza siempre se enfrenta a la fuerza, y la accin restrictiva contra la accin que est intentando restringir. Al hacerlo, encontramos que el problema de las drogas no es algo externo al juego entre el poder y la resistencia, sino que es producto de la resistencia al poder. Por esta razn, prominentes capos del narcotrfico han desistido de continuar su resistencia y aceptar el sometimiento a cambio de perdn. Por ejemplo:
Francisco Javier Arellano Flix, inicialmente condenado de por vida, lleg a un acuerdo de culpabilidad con el gobierno estadounidense, acept colaborar con las autoridades y ceder 50 millones de dlares, a cambio de una nueva sentencia de 20 aos de prisin; su hermano Benjamn se comprometi a entregar 100 millones de dlares al gobierno de los Estados Unidos y se conmut su cadena perpetua por una condena de 25 aos; el otro integrante del Cartel de Tijuana, Eduardo Arellano Flix, fue sentenciado a 15 aos de prisin previo pago de 50 millones de dlares; Ismael y Gilberto Higuera (operadores del Cartel Arellano Flix) cedieron uno y cinco millones de dlares respectivamente a cambio 20 y 30 aos en prisin con posibilidad de libertad bajo palabra; Juan Quintero Payn se declar culpable ante la Corte Federal de San Antonio, Texas, y recibi una condena de 18 aos y seis meses de prisin; en el caso ms conocido, Osiel Crdenas Guilln, ex lder del Cartel del Golfo, el gobierno norteamericano lo sentenci a cadena perpetua, pero aos ms tarde su sentencia fue conmutada a una pena de 25 aos de prisin previo pago de USD 50 millones. Lo curioso de este acuerdo, es que sus negociaciones fueron selladas a perpetuidad por el sistema de justicia, sin que se conozcan los trminos de la negociacin. Los miembros del crtel de Sinaloa han podido alcanzar tratos similares: Vicente Zambada Niebla se acogi a un acuerdo de cooperacin (el ms importante hasta la fecha) con el gobierno de los Estados Unidos y recibi una pena de 10 aos a cambio de desembolsar 4 millones; los hermanos Margarito y Pedro Flores, de ser miembros de alto rango del Cartel de Sinaloa, se convirtieron en testigos protegidos y recibieron penas de 14 aos. En el caso de Ecuador, Pedro Washington Prado lava, alias "Gerald" fue sentenciado en Estados Unidos a 19 aos y medio de prisin previa aceptacin de culpabilidad y el pago de una multa no revelada. (Neira, 2019)
Entonces, la comprensin general sobre la resocializacin de un narcotraficante es que existe un problema dentro del propio fenmeno, y, por tanto, las soluciones propuestas para terminar con el narcotrfico son meras utopas polticas. Desde esta perspectiva, las estrategias, como la oferta y la demanda de drogas, y la reduccin daos colaterales por parte del gobierno, no estn asociadas al verdadero problema del trfico de drogas. Una forma ms productiva de entender la relacin del narcotraficante y el estado es en trminos de dialctica y codeterminacin porque, en esta relacin, el problema y la solucin no se ven como entidades separadas, sino interrelacionadas, superpuestas e interactivas.
La gubernamentalidad del narco y sus desplazados
El neoliberalismo complica la aceptacin del problema de las drogas como una enfermedad fuera del control del individuo, y perpeta su posicionamiento como un delito. De igual forma, quienes trabajan para el narcotrfico, particularmente en Amrica Latina, se construyen a s mismo como una sociedad donde no funciona el individualismo, el autocontrol y la responsabilidad, porque histricamente su capacidad de elegir a qu bando pertenecer (narco o gobierno) sobrepasa las fronteras de su comportamiento moral.
Un buen ciudadano se forja a travs de logros individuales por medio del trabajo lcito. Pero, cuando su porvenir se ajusta a las bondades negligentes del gobierno (donde el pobre, ms que apoyo recibe caridad) su independencia est directamente amenazada por el poder de facto que representan los crteles de drogas. El narcotrfico deviene de prcticas capitalistas donde las clases social tienen una fuerte marcacin econmica, pues, aquellas organizaciones con gran capacidad operativa para lavar dinero, dentro de las polis aristotlicas figurara como una clase eclctica entre la Aristocracia y la Tirana; en cambio, las comunidades empobrecidas se ubicaran en la categora de los sujetos necesarios para el comercio, pero desechables para el poder.
En su contexto, la poblacin no se refiere no solo a personas dispuestas a ser sometidas, sino a fenmenos y variables que construyen realidades paralelas a la voluntad del poder, como la natalidad, enfermos terminales, desviaciones, etc. La sociedad funciona como un territorio donde las relaciones sociales son gobernadas por el poder poltico, pues la voluntad se ve inconscientemente condicionada al biopoder. De una u otra forma, aunque las intenciones gubernamentales no conduzcan a orientaciones fcticas surgidas de la norma, la normalizacin se constituye como la forma ms sencilla del poder para delimitar los estratos. (Botticelli, 2016)
Foucault sostiene que la gran interrogante social parte de la idea de cmo gobernarse a uno mismo, cmo ser gobernado, a quin aceptamos que nos gobierno, y cmo se llega a ser mejor gobernante. El gobierno no se refiere solo a la estructura poltica o al manejo de los bienes pblicos, sino que design la forma como debe dirigirse la conducta de los ciudadanos en pequeos gobiernos dirigidos por los distintos sistemas de control social porque (tal cual ocurre desde el siglo XVI) tenemos figurativamente un gobierno de los nios, de los religiosos, de los enfermos terminales, entre otros, porque gobernar no significa dirigir, sino controlar en lo posible todo el campo de accin de los dems. Con esa misma ecuacin social, el narcotrfico se vuelve un control formalizado al servicio de s mismo, porque, si bien su funcionalidad corresponde con la fuerza poltica que el gobierno le otorga, su cercana con la comunidad le permite un mayor control sobre las voluntades que las propias autoridades estatales. La legitimidad de los crteles en funcin de procesos de socializacin aceptados, genera una sensacin colectiva muy parecida al sistema democrtico: cada comunidad elige al crtel que lo pretende gobernar, y al capo que situar en la misma dimensin del mandatario de turno. (Foucault, Defender la sociedad, 2000)
Entonces, la 'gubernamentalidad' para explicar la inclusin del narcotrfico en las relaciones sociales, se integran con el sistema de procedimientos, anlisis, reflexiones y tcticas que permiten ejercer el poder de formas no violentas (o al menos, no armadas) que tienen por objetivo establecerse no como un poder alternativo, sino no ms eficiente. Esta tendencia concede al narcotrfico una notable ventaja sobre las dems formas de poder (soberano, policial y clrigo) porque ya es el resultado del proceso por el cual gradualmente se "gubernamentaliza, refirindonos, al arte de gobierno dentro de la idea foucaultiana, donde a todos los individuos se les ensea cmo dejarse gobernar. Aqu, el Estado mira al narcotrfico no slo como una institucin que participa en el gobierno, sino con un nuevo poder coadyuvante del control formal, constituyendo un nuevo trpode de poder: gobierno-soberana-narcotrfico, porque llega un punto donde el Estado requiere la participacin de los crteles de droga para legitimar su poder soberano. (Fenndez, 2014)
Una macrofsica del poder (que apunta al sujeto en sociedad o poblacin, distinto a la microfsica, que busca normalizar un cuerpo singular) supondra que, quienes no acaten la disyuntiva del nuevo orden, optarn por el exilio. Factores superpuestos como la guerra contra las drogas y el colapso econmico para ciertas zonas de convivencia, son la continuacin de los procesos de movilidad social para quienes no buscan inmiscuirse en problemas analticos, delictivos y ticos. (Foucault, Microfsica del Poder, 1979) Los habitantes de zonas marginadas no tienen muchas opciones para escapar del poder colateral del narcotrfico: o trabajar para ellos, o morir por ellos. En el caso de Mxico, el exilio que refiero en lneas anterior no se presenta como una alternativa de fcil decisin, pues, estar entre Guatemala y Estados Unidos sin ms patrimonio que el afn de supervivencia y sin ms identidad que su propia miseria, es elegir entre ser sometido por las maras, o ser neutralizado por la migra.
Pero estos desplazados no surgen de la nada, al contrario, son parias fabricados por el gobierno para retratar su desafo. Como el Estado (matemticamente) no puede hacerse cargo de todos, debe buscar una forma de aislamiento voluntario que implique no vulnerar flagrantemente su derecho individual. El hecho de identificar como migrante o ilegal a un individuo polticamente construido, engloba los contextos histricos, socioculturales y econmicos generadores de fenmenos migratorios. Los refugiados vctimas del narcotrfico, junto con la realidad de sus experiencias, afrontan la imaginacin sociolgica y antropolgica de los estados soberanos y retratan la negligencia del poder frente a la proteccin colectiva. As, los desplazados se vuelven un condicionamiento dual entre Estados fronterizos, pues, mientras uno justifica su poder militar ante una guerra de dimensiones distpicas, el otro refuerza su vigilancia migratoria, obligando a que los desplazados adquieran el apelativo de intrusos o indeseables.
Las dificultades de la migracin forzada resaltan la paradoja del estado moderno, porque ste necesita un caos para seguir creando orden (Constante-Lpez, 2017). Los parias y el poder marcan una interseccin peligrosa entre los derechos humanos y la soberana nacional, porque son los desplazados quienes soportan las violentas consecuencias de ser etiquetados como extranjeros ilegales, alimentando el pensamiento colectivo de que su sola presencia incorpora un peligro inminente para el orden ciudadano, usurpando el espacio de bienestar que, segn los nacional, por derecho les corresponde. Pero los cuerpos de los desplazados tambin pueden transformarse en mercancas dentro de la industria de la extorsin y la trata de personas. Este proceso de transformacin muestra cmo las economas nacionales y mundiales que se benefician de la movilidad humana, pueden articular redes de violencia y producir nuevas tensiones, provocando un ambiente de inseguridad incluso en quienes no se han visto afectado por la presencia de inmigrantes.
En Mxico, el narcotrfico provoc un masivo desplazamiento de personas hacia los Estados Unidos durante el ao 2019. Se registraron las tasas de homicidios ms altas hasta entonces, con un total de 34,582 vctimas mortales. Los estados de Guanajuato, Mxico, Michoacn, Jalisco, Baja California, Chihuahua y Guerrero fueron los ms afectados, sumando entre ellos ms del 50% de casos a nivel nacional, siendo sus principales causas los feminicidios, secuestros, extorsiones y trata de personas. La principal causa del desplazamiento fue la violencia perpetrada por los crteles de drogas y nuevas clulas criminales, as como los grupos de autodefensas, que de una u otra forma siempre terminan trabajando para el narcotrfico. Los desplazamientos en 2018 se detectaron en 52 localidades de 20 municipios en cinco estados, con Guerrero y Chiapas figurando como las poblaciones ms afectadas. Asimismo, durante el ao 2019, se documentaron desplazamientos en 6 estados y 10 municipios ms, sumndose Michoacn por el crecimiento mundial del Cartel de Jalisco Nueva Generacin. (Grid, 2020)
En el caso de Colombia, los desplazamientos hacia Ecuador estn asociados a la violencia vivida desde hace cinco dcadas por la presencia de crteles de drogas, grupos subversivos y el paramilitarismo. Si bien el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron un Acuerdo de Paz en el ao 2016 (terminando a un conflicto que dur ms de 50 aos) an persisten obstculos como la reparacin integral a vctimas, restituciones de tierras y otros puntos acordados en el Acuerdo de Paz, que han provocado una nueva movilizacin por parte de los grupos armados. Varias organizaciones criminales que trabajan con ellos permanecen activas, y su accionar gener alrededor de 139,000 nuevos desplazamientos en el ao 2019. Los departamentos de Nario y Choc son los ms afectados con un desplazamiento masivo de ms de 23,000 personas. El departamento de Santander ha sufrido las consecuencias de la alianza fctica entre los grupos disidentes y los crteles de droga, al tratar de frenar la afluencia masiva de ciudadanos venezolanos que cruzan la frontera, mismos que se convierten en un blanco fcil para la delincuencia organizada. (Grid, 2019)
En materia de seguridad, en Ecuador la situacin no es muy distinta, aunque recrudeci a inicios del ao 2018, cuando la explosin de un coche bomba frente a la sede de la polica de San Lorenzo (Esmeraldas) dej un saldo de 28 personas heridas. El ataque se atribuy el Frente Oliver Sinisterra (FOS), que representa el pacto de colaboracin entre la desmovilizada columna de las FARC Daniel Aldana y los crteles mexicanos. Asimismo, en la provincia de Sucumbos (fronteriza con Colombia) un grupo de policas antinarcticos fueron emboscados por una clula internacional de narcotrfico. Este hecho violento se extendi hasta las riberas del ro Putumayo, que se extiende en ambos lados de la zona oriental de la frontera. Las comunidades aledaas quedaron atrapadas en el combate, y muchos de sus habitantes fueron asesinados, desplazados y reclutados por el narcotrfico.
Pero la presencia del narcotrfico en Ecuador no es nueva: se tiene constancia que Pablo Escobar y Gonzalo Rodrguez Gacha iniciaron actividades delictivas en el Tena; Miguel Angel Flix Gallardo fue compadre de bautizo de Jorge Hugo Reyes Torres (operativo Cicln) de quien se tiene constancia lo visit en el Reclusorio Sur en 1990 (Bonilla, 1992); Ernesto Fonseca Carrillo operaba en Quito en los aos 80; capos internacionales como Jess Lpez Londoo, Daniel Barrera y Jorge Cifuentes Villa (testigo en el juicio USA vs Guzmn Loera) tenan pasaportes y cdulas como ecuatorianos e intentaron ingresar al pas como inversionistas (Semana, 2012). Asimismo, capos locales como Washington Prado lava "Gerald", Csar Vernaza Quionez y Telmo Castro Donoso (asesinado en el ao 2019) ha tenido conexiones directas con el Cartel de Sinaloa, sobre todo este ltimo.
Pero el problema en Ecuador es el desplazamiento interno generado por narcotrfico en Colombia y la notable presencia de crteles mexicanos en la zona de Esmeraldas. Segn el informe del Observatorio para el Desplazamiento Interno (GRID) del ao 2019, se han detectado 420 casos de desplazamiento interno forzado por la toma en armas de la disidencia de las FARC y grupos de narcotrfico, principalmente el Cartel de Sinaloa. Esmeraldas es visto como un territorio estratgico para la reorganizacin logstica de los crteles, y un importante corredor para el trasiego de cocana, al compartir frontera martima y terrestre con la zona de Tumaco.
De una u otra forma, los desplazados por el narcotrfico son huspedes indeseables que generan miedo entre la poblacin local no solo por ser desconocidos, sino porque se sabe cul es la razn de su xodo forzado. Obtener una percepcin general de la crisis migratoria, le permite a la opinin pblica mostrar las races del odio y la desconfianza sobre los llamados parias, aunque sugerir soluciones para una cooperacin y un dilogo saludables que conduzca al diseo de una sociedad prspera entre locales y extranjeros, parece complicado. Bauman reproduce una descripcin de cmo la sociedad, desde el principio de los tiempos actuales, la gente escap de la barbaridad de la guerra y pidiendo refugio en pases que ellos mismos consideran seguros. Para esta gente, los extranjeros causan temores en las sociedades donde ingresan porque son impredecibles y genera temor el hecho de ellos podran cambiar nuestros hbitos de vida. (Bauman, 2005)
Los desplazados por el narcotrfico sufren un tipo de violencia estructural similar a los refugiados en tiempos de guerra civil. Al ser vistos como una mano de obra barata en sectores como la agricultura, la construccin y la servidumbre, se crean otros tipos de problemas que empeoran sus condiciones econmicas, pues, sus vnculos directos con tales plazas de trabajo son grupos organizado legalmente constituidos que se aprovechan de su vulnerabilidad para contratarlos por salarios muy por debajo de las prestaciones bsicas. Fuera de ello, las extorsiones por parte de pandillas juegan un papel importante en la reduccin de sus ingresos, pues los desplazados deben pagar derecho de piso para evitar una posible delacin con las autoridades migratorias.
Cuando los parias aparecen, nuevas situaciones y nuevos problemas surgen en los medios. Cada nueva ola de inmigrantes har un llamado a descomposicin del sistema, porque la relacin entre las causas y las consecuencias de la migracin podra permanecer estable, pero estamos frente a una sociedad que no tolera la presencia de extraos, salvo que representen bonanza y bienestar. Los narcotraficantes como tal tienen acceso a todo lo que los parias se ven impedidos: diversin, vivienda, salud, alimentos, esparcimiento, etc. Incluso ambos pueden ser de una misma nacionalidad, pero no tienen el mismo dinero; ambos portan una misma bandera, pero, mientras el primero representa consumo, el otro genera gastos sociales que los ciudadanos no estn dispuestos a asumir.
Conclusiones
La relacin poder-saber dentro del narcotrfico no debe ser vista como entidades autnomas, sino como un sistema que funciona paralelamente con la violencia. El conocimiento representa un ejercicio de poder, ste siempre ser reconocido como una categora indispensable del conocimiento. A travs del narcotrfico explicado desde una perspectiva foucaultiana, surgi la idea de que la corrupcin se convierte en el ncleo de todo sistema poltica, teniendo al trfico de drogas como su principal manifestacin para consolidar el poder policial, dado que el poder/conocimiento dentro de los llamados "narco estados" se constituye como un fenmeno productivo y limitante; es decir, por un lado genera la dependencia ciudadana por el control policial, y, por otro lado, sustituye la seguridad por un entorno de vigilancia permanente.
Esto es evidente en los intentos de frenar (o al menos controlar) el cultivo y la produccin de drogas, as como el uso y el trfico en las calles. Todas estas intenciones estn formadas no solo por el problema inicial, sino tambin por la resistencia que produce el propio problema, pues, los intentos de erradicar la produccin de drogas, han servido para dispersar, aumentar y concentrar el cultivo y la produccin de drogas en otras reas incluso ms difciles de penetrar. Esto, a su vez ha requerido nuevos diseos de seguridad personales y tecnolgicos que se han encontrado tambin con nuevas formas de resistencia, como los tneles fronterizos del Chapo Guzmn.
La narco-cultura, a ms de un paradigma identitario, es un negocio que se beneficia del sufrimiento de alguno, y de la ignorante fe de muchos. La marcha de la sociedad y de los seres humanos sometidos ante el poder el narco/gobierno se convierte en un juego colectivo de meras imgenes, porque el mundo real es usurpado por un pseudo-mundo creado por grupos de poder.
A pesar de que estas polticas han sido polticamente convenientes, no han mostrado resultados alentadores para ganarle la guerra a narcotrfico. La ciudadana ha desconfiado del gobierno y en su lugar opta por legitimar el narco-poder que, de una u otra forma, impone sus propias formas de combate contra la violencia y aumento de la economa, ya que las organizaciones criminales pueden desempear funciones productivas, y, por lo tanto, constituyen tambin un modo de gobierno.
La gubernamentalidad foucaultiana, en un narco estado, ve el poder del narcotrfico como algo productivo. En esta perspectiva, se considera que el poder de la delincuencia organizada ejerce una autoridad sobre los sujetos dentro de su propio territorio (a manera de poder disciplinario) como una fuerza paralela al papel que tiene el Estado sobre la conducta de sus habitantes. Con esto, los crteles de drogas son representados como un buen gobierno que, paradjicamente, puede realizar progresivamente aquellas obligaciones que el poder soberano incumple frente a los grupos sociales menos favorecidos, como el fomento al trabajo, la salud y la alimentacin.
Miles de personas desplazadas por la guerra contra las drogas, son vistas como una amenaza para el orden soberano de cada pas, y la sensacin de inseguridad colectiva los considera como una seria amenaza las normas sociales, econmicas, culturales previamente establecida. Bauman explica que problemas globales como el narcotrfico pueden usarse como un enganche poltico para ganar votos y manipular opinin pblica fomentando el miedo en la base electoral. Estos movimientos migratorios generador por el trfico de drogas, tienen consecuencias que van ms all de las crisis de los recursos disponibles para los llamados "parias"
Para evitar la estigmatizacin de los desplazados, es necesario elaborar un discurso que promueva percepciones pblicas favorables sobre los migrantes y refugiados, dejando en claro que son vctimas de la guerra contra el trfico de drogas y no participantes. Los movimientos progresistas deben promover una idea inclusiva respecto de los flujos migratorios, enfatizando que su condicin se debe a una lucha permanente por contrarrestar la desconfianza social de las comunidades que los acoge. Pero tales ideas tambin deben informar las decisiones que el gobierno ha tomado en la prctica sobre el acceso a derechos y garantas bsicas.
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2020 por los autores. Este artculo es de acceso abierto y distribuido segn los trminos y condiciones de la licencia Creative Commons Atribucin-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional (CC BY-NC-SA 4.0) (https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/).
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